Iron Man: Extremis de Warren Ellis y Adi Granov, Ed. Panini, 2006

Warren Ellis es un autor que interpreta al hombre, pero dentro del teatro de la modernidad, desde posturas psicologistas y antropológicas. El estilo de cirujano, de desgarradura moral, más que física, estigmatiza al individuo en una sociedad desprovista de pasiones e idealismos.

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La representación de lo occidental, entonces, se alimenta de silencios y gritos, crueldades y violencias, como también de miserias y piedades; a saber, que la existencia es asombro y agónica, proclive a la ausencia de voluntad de bien e irreducible en trascendencias cristianas. Sólo está el hombre y el mundo, pero también sus conflictos y miserias.

La miniserie Extremis de Iron Man analiza la moralidad y el destino de Tony Stark, confrontándola con el individuo de a pie, el mundo y las circunstancias.

El arranque de la historia muestra la contemplación del hombre frente a su reflejo. Tony Stark se mira al espejo del cuarto de baño para buscarse, ver su rostro (que en las molduras de nuestra faz está el destino) para reconocerse, autocontemplación. Lo que le transmite es cansancio e inmovilidad, es decir, el lastre de lo cotidiano y verosimilitudes gastadas que golpean como un batán silencioso la conciencia del héroe. Diríamos que, contemplarse, es un acto trágico, pues nos nutre de memoria y mortalidad.

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Lo que (me) interesa de Tony Stark son sus motivaciones y anhelos. En la entrevista que le hace un reputado periodista sobre sus actos pone de manifiesto que el hombre que inventa avances tecnológicos y médicos para la Humanidad, contribuye concientemente a la carrera armamentística del Ejército de los Estados Unidos. El periodista le espeta, no sin mordacidad y autocomplacencia, que sus “colaboraciones” armamentísticas desencadena amputaciones y muertes de niños en Oriente Medio. Aquí, de lo que se trata, es de la negación de la voluntad: todo acto desencadena consecuencias que indefectiblemente acompañan a la motivación. ¿Hay que hacer mal para hacer bien?

Tony Stark está esperanzado en el porvenir del futuro de la Humanidad, en la que el hombre puede ser más justo y más perfecto, que aunque tengamos el pesimismo y la desventura de la voluntad que elegimos, habrá una actuación elegida de ser mejores y de ser menos malos.

Extremis es un suero que altera la configuración genética de la persona convirtiéndola en un superhombre. En un primer momento, Iron Man se enfrenta a un individuo insuflado con el extremis. Las consecuencias de esa confrontación van a ser inéditas para nuestro héroe: el estatus del personaje va a cambiar para siempre. Evolucionar o morir.

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Aquí Warren Ellis establece la unión del hombre y la máquina de una manera plena: racional y sensitiva. Aunque esto no es nuevo, sí es sorprendente que se haga con un icono de la Marvel que se ha caracterizado por ser demasiado humano. Ahora va a ser una máquina pensante y una fuerza biomecanizada.

Recordemos que unos de los presupuestos de la bioenergética es que todas las máquinas son, en cierto sentido, extensión del cuerpo humano, y funcionan en conformidad con principios que operan dentro de él (Alexander Lowen dixit).

Ahora bien, en el caso particular de los varones (y el tema de la virilidad de Tony Stark no es baladí), conciben el cuerpo como una máquina y que conjuga nuestra identidad, programada para superar obstáculos, enfrentándose a problemas, vencer dificultades y estar siempre a la ofensiva.

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Es curiosa la reacción de Tony Stark cuando una doctora apela a la ayuda de los Vengadores ante el Mal: no interesa que sea derrotado, sino que lo realmente importante es su especificidad desde la órbita de la masculinidad. En el subconsciente de Tony Stark, hay una vocecilla que arenga sobre la existencia, su misión y su fin. No hay vuelta atrás. Él debe encontrarse con el Mal. Él con su némesis: pues siente que su territorio y su cuerpo está o ha sido amenazado, pues siente que alguien (o él) podría descubrir que es prescindible y ser reemplazado, y, finalmente, siente que no es un héroe apto y se le ve incapaz para mantener su estatus cuando está en una situación difícil o está presionado.

Sólo debe quedar uno.

Señores, en consecuencia, ¿estamos hablando únicamente de ego?

PD: Recomiendo encarecidamente la visita a la reseña de nuestro lúcido compañero No fui yo, en su espléndido blog Comicolate, en donde aborda distintos temas a los tratados aquí. Incluso los comentarios tratados son igual de jugosos que el artículo. Siempre es visita obligada.

No menos interesante la estupenda opinión-reseña de nuestro amigo Ternin, en su blog Historias de un Marvelita. ¡Buenas, compañero!

El minino Fritz, mi alter ego Yorkshire enviame_un_email.gif

Published in: on diciembre 2, 2006 at 9:25 am  Comments (15)  
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